Imagínate lo siguiente: caminas, vez a dos grupos, por un lado gritan asesinos y por el otro terroristas. Te detienes, acercas el micrófono y le preguntas: ¿Qué piensas de lo que dicen al frente? Corres, esperas la réplica de los otros y así hasta que te canses o hasta que ellos se detengan. Tal vez piensas que eso no es lo correcto, que echar más leña al fuego no es la mejor manera de cubrir una noticia, pero no siempre importa eso. Yo me di cuenta sólo después que lo hice. Si la tinta que presenta este papel no fuera negra seguramente se hubiera vuelto roja. Felizmente la sangre no llegó a verse y por esa razón no tengo nada de qué reprocharme.
El cruce de la avenida Alfonso Ugarte con Paseo Colón era el lugar escogido. El cierre de campaña de la candidata por Fuerza 2011, Keiko Fujimori, lucía a las seis de la noche con más de tres mil personas. Un grupo de mujeres de distintas edades alcanzaban polos, stikers, banderas entre otros objetos de propaganda política. Una bandera llegó a mis manos sin yo pedirlo. Era anaranjada. Leíase en él: Keiko Presidente. La miré de reojo y con cierta timidez la flamié. Dirigí mi mirada al estrado. Una foto gigante presentaba a Keiko con los brazos extendidos como imitando a Cristo Redentor. El animador anunciaba la llegada de Los Hermanos Yaipen. Decidí caminar, sabía que dentro de poco no seria tan fácil desplazarse. Encontré a varios vendedores ofreciendo CDs con canciones alusivas a Keiko. “A tres soles nomas” me dijo aquel joven al observar en mi alguna curiosidad. Cuando le dije que solo quería ver el Cd, me lo quitó y se fue.
Dos ancianas bailaban al son de “Ojalá que te mueras…”. Las miré con asombro. Sus arrugas externas contrastaban notoriamente con su espíritu juvenil. Pensé entonces que no es tan cierto que la política arroje de nosotros lo más sórdido. A veces, como en aquellas mujeres, la política nos permitiría relucir también lo más sublime que llevamos en nuestro ser.
Sin embargo, pensar que hay solo un tipo de militante, simpatizante o curioso tampoco es verdad. Las hay de aquellas con más de veinte chuzos en los brazos y tal vez uno que otro muertito en su haber. Los hay de aquellos que lloran ante un discurso (no sé si por emocionados o indignados por lo que nos podría pasar). Los hay borrachos que se tambalean de un lado a otro sin ninguna consideración. Esta la prensa nacional y extranjera ubicadas en ambos lados laterales de la plaza Bolognesi frente al estrado principal. Estábamos todos menos el personaje más importante: Keiko Sofía Fujimori.
Eva Ayllón y Dina Paucar nos cantaron después que se despidieron Los Hermanos Yaipén. Aquel baile de caderas que hicieron estos últimos motivó más de un grito entre las chicas y no tan chicas del público. A las nueve y media se anunció la llegada de la candidata presidencial. El preámbulo lo inició Máximo San Román y lo terminó Pedro Pablo Kuzsinsky. Diez minutos después Keiko Fujimori iniciaba su discurso agradeciendo a todos sus invitados, familiares, amigos y simpatizantes que llevaban más de tres horas en la plaza. Explicó sus programas sociales “Mi primera chamba”, “Lucha contra la pobreza”, “Calle segura” entre otros anuncios de su plan. No obstante, a medida que ella hablaba la gente empezó a retirarse del lugar. Pensé que esto era consecuencia de un mal trabajo logístico. Tal vez sí. Tenía preguntas: ¿A quién se le ocurrió hacer el mitin final a menos de un kilómetro donde su contendor Ollanta Humala también lo hacía? ¿Por qué se demoró mucho en salir Keiko al escenario? ¿Esperaban que apenas terminé el mitin de Ollanta esas personas se pasarían al de Keiko? Como sea, lo cierto fue que no se aprovechó el clímax de la concurrencia. Consideré que la noticia terminaría con el discurso de Keiko pero me equivoqué.
Cerca al cruce de la avenida Wilson y Colón más de treinta personas esperaban con pancartas a la mano a los simpatizantes de Keiko. Eran la gente que apoyaba a Humala. “Ollanta ya ganó” “Keiko sí, Ollanta no” se escuchó por todos lados. La consigna era quién gritaba mas ganaba. Me acerqué a preguntar a uno de los humalistas… “¿Si sabías que el mitin de Keiko era acá porque pasaron por aquí?... Simplemente porque deseamos manifestar nuestro descontento pues, mucho ratero… Si, pero ¿no cree que eso es provocarlos?... De repente tú no te acuerdas la época en que han robado… No señor, yo si me acuerdo…Quieren regresar los rateros me tengo que indignar como cualquier ciudadano”. Fui a preguntarte a una keiquista: ¿Qué piensas de lo que dicen allá al frente? ¿Que les puedes decir?... Lo que buscan es solamente el conflicto, nosotros no, nosotros queremos la reconciliación…” En ambos lados las reacciones eran conflictivas. Las manos alzadas mostrando el dedo medio, los dos índices levantados a la misma altura y al mismo vaivén. En el centro de los dos grupos estaba la policía intentando evitar la desgracia. Entre ellos yo que me olvidé del equilibrio y me lancé al azuzamiento, tal vez no consciente pero si peligroso. Felizmente para mí y para todos ahí no llego a más. Pues no hubiera podido escribir esta crónica y menos deleitarme redactándola. (ERICK SANCHEZ NORIEGA)